
Autor: Daniel Cortázar Triana. Doctorante en Estudios Organizacionales. Graduado de la Universidad Autónoma de Barcelona en Diseño y Gestión de la Producción Audiovisual (2013) y de la Universidad de los Andes de la carrera de Literatura
Las instituciones se regularizan a partir de leyes formales escritas que son aceptadas o cuando menos implementadas socialmente; pero también se pueden implementar de forma normativa implícita a través de, valga la redundancia, normas sociales que se aceptan de forma tácita porque permite la existencia de una estructura aprobada por la mayoría; o incluso por valores cognitivos que permiten la reproducción de esas normas a través de ideas y conceptos que se replican desde la ideología. Esta postura teórica de Scott (1992), nos permite entender cómo se replican las instituciones sociales y se establecen como estructuras rígidas.
El lenguaje es una de las herramientas y artefactos más fuertes a través de los cuales se institucionaliza la estructura. Por un lado, el lenguaje nombra la regla o la norma, e incluso la escribe y la convierte en una ley que debe seguirse. Por el otro lado, el lenguaje construye un discurso que se expresa en una ideología que fortalece cognitivamente esa estructura y le da una continuidad a la norma y la justifica desde lo que se reconoce como un “conocimiento popular” o un supuesto “sentido común” o simplemente por la aceptación de la mayoría. Nombrar, entonces, es la acción que permite darle a una estructura su forma y su contenido.
La paternidad es un concepto de esos que se toman como norma social que debe cumplirse bajo ciertos parámetros. No obstante, su contenido ha sido completamente silenciado porque se asume que la forma ya contiene todos los elementos que lo conforman. Es curioso como ciertos parámetros de esa estructura social no se dicen, justamente porque se asume que los pocos mensajes que se nombran alrededor de su concepto principal, ya es su contenido.
Para decirlo de otra manera, la paternidad se nombra a partir de las funciones que tiene el hombre dentro de una estructura social aceptada: es el que trabaja, por consiguiente es el que provee; es el que conoce, por consiguiente es el que educa; es fuerte, por consiguiente se comunica con fuerza e incluso con violencia. Estos preceptos básicos, sin mucha explicación, crean la norma de la paternidad que le sirve a la estructura social donde alguien debe trabajar para aportar dinero dentro de un hogar heterosexual de dos personas cuya función es la reproducción. Por eso el silencio es una clave para no construir demasiado el concepto y hacerlo fuerte en sí mismo, en su vacuidad. Es en este sentido una estructura ausente, que lingüísticamente niega muchos elementos para que no formen parte del concepto y así promueve una estructura social que debe mantenerse y reproducirse, para ponerlo en los términos lingüístico-filosóficos de Humberto Eco (2011).
Esto implica, que la paternidad se construye como lo contrario a la maternidad, que se define como la habilidad de procrear, cuidar, criar, y mantener el hogar. Estos elementos que son parte de la acción maternar, ubican a lo femenino en la casa bajo el cuidado de los hijos e hijas y por consiguiente con una función social concreta. En este sentido, la definición de paternidad se configura a partir de la negación de la maternidad y deja por fuera elementos como cuidar a las demás personas, la ternura como acción propia de ese cuidado, el lenguaje y muchos otros elementos de esa acción. De esa manera, ese silencio que configura la paternidad implica negar todo lo que un hombre no puede ser, en vez de generar definiciones de lo que podría hacer un padre hombre para aportar a la crianza de sus hijos o los de otras personas.
Esta contraposición lingüística lleva a pensar en cómo los conceptos se construyen desde las dualidades que le permiten a las personas decir que algo no es. Es decir, que las cosas se nombran por lo que no son, en vez de dar su definición concreta. Derrida (1967) propone entender estas contraposiciones y de manera lingüística buscar esos silencios dentro de la comparación de los dos conceptos opuestos, para poder encontrar el punto medio que él llama la diferancia (differance), con una “a” que no se escucha (en francés). Esta herramienta que nombró como la deconstrucción, permite hacer una comparación de conceptos para mostrar cómo uno contiene al otro, y entonces en el centro de ambos existe una posibilidad de resignificar a ambos bajo un concepto que permite la unión entre los dos.
Bajo esta perspectiva, el cuidado puede ser ese concepto que podría unir tanto la maternidad como la paternidad. Porque si bien es un elemento que es parte de la maternidad como se dijo antes, también puede incluirse en la paternidad cuando se habla de proveer o educar. Esto implica que podríamos resignificar el cuidado como una herramienta a la que le podemos dar una serie de características que no son intrínsecas a lo masculino o a lo femenino, sino a la organización social, de manera que debe ser adoptado por todas las personas indiscriminadamente.
Es así como el cuidado se puede convertir en una herramienta que podemos aceptar las personas independiente a nuestro género, a nuestro rol social, o a nuestra función familiar para resignificar lo que entendemos como paternidad o maternidad.
En la siguiente tabla se muestran las características de la definición de la paternidad biológica y la paternidad aceptada. En la primera el hombre es simplemente procreador, pero en la segunda el hombre decide aceptar las características del cuidado y apropiarse del mismo en la crianza de las infancias a su alrededor. Esto implica que la paternidad se entiende como una construcción social que se valida desde la definición del concepto, del nombramiento del mismo, o del uso como artefacto lingüístico que se utiliza para la construcción de una estructura social.
| Parentalidad biológica | Parentalidad social |
| Capacidad de procrear o dar la vida.La mayoría de los padres, si sus contextos sociales lo permiten, pueden asumir la parentalidad social como una continuidad de la vida biológica.Quienes cuidan, educan, y protegen son los mismos que los procrearon | Competencias parentales.Ejercida por todos aquellos adultos que se implican en los cuidados y la educación.Coparentalidad.Parentalidad comunitaria. |
Esta diferenciación nos habla de la importancia de entender cómo el lenguaje construye instituciones sociales a través de la definición de conceptos que son necesarios para crear una estructura. De esta manera, al silenciar la paternidad y solamente aceptarla bajo la definición de no ser maternidad, perdemos muchas posibilidades de desarrollo de la misma y la relegamos a una función muy limitada.
Por eso resignificar los conceptos que utilizamos diariamente es muy importante para poder darles una nueva función lingüística en la construcción de nuevas instituciones. En este caso, la propuesta del cuidado es una manera de darle una nueva caracterización, tanto a la maternidad como a la paternidad, para que ninguno necesite del otro, pero al mismo tiempo cada uno pueda apropiarse de la crianza de las infancias en su totalidad.
Vale la pena decir, para concluir, que la posibilidad de crear narrativas es lo que le ha dado al ser humano la posibilidad de sobrevivir en el mundo, evolucionar e incluso construir sociedades. Andrés Cota Hiriart (2021), explica cómo los homínidos lograron sobrevivir al crear historias que les permitían crear normas sociales, como no tocar el fuego, no comer cierta planta venenosa, o simplemente no ir a cierto lugar.
Las narrativas son justamente historias que crean mitos que institucionalizan normas, por eso en un caso como éste, un mito tan ausente de contenido como el de la paternidad, necesita de características que lo llenen de herramientas adecuadas para continuar evolucionando como sociedad. Llenar la paternidad y la maternidad de cuidado como precepto básico de la construcción social, podría ser una salida para estos problemas que el heteropatriarcado ha afectado con instituciones que no han respondido a las necesidades reales a las que nos enfrentamos en una sociedad resignificada.
Bibliografía
Derrida, Jacques (1968). La diferencia. Edición Digital de http://www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS [Recuperado el 13 de agosto de 2020]
Eco, Umberto (1997). Interpretación y sobreinterpretación, Cambridge University Press, UK.
- (2011). La estructura ausente. De Bolsillo, México [Kindle versión]
Hiriart Cota, Andrés y Martínez, Claudio (2021). Homínidos. Los otros humanos [Episodio de Podcast]. Masaje Cerebral – Reactor 105 y Sociedad de Científicos Anónimos, https://open.spotify.com/episode/0hwav6ewI6RdINtsOEDmpl?si=c154b393aaf74847
Scott, Richard (1992). Los nuevos rumbos en la teoría de la organización. Prentice Hall, New Jersey.
