Rompiendo las barreras de cristal: ¿realidad o ficción en la presidencia de México?

Dra. Albania Padilla Martínez.

Las metáforas de cristal han sido una herramienta analítica que da visibilidad a las dificultades culturales que enfrentan las mujeres en la presencia y el ascenso en la vida pública, ya que hacen alusión a esas barreras que, aunque no se ven, existen y evidencian la desigualdad e inequidad para el desarrollo y crecimiento femenino.

En este sentido, y a propósito de la primera mujer presidenta de México, es una oportunidad para hacer notar que aun en la cúpula del poder se producen y reproducen estereotipos de género que prevalecen en la sociedad capitalista, machista y misógina. Ahora más que nunca, a un cuarto del siglo XXI, nos enfrentamos a machismos que se sienten agredidos, limitados, excluidos o marginados por el avance de las mujeres en el ámbito público, lo que en realidad evidencia un freno al feminismo, descalificado y señalado de manera peyorativa e incluso visto como un instrumento que provoca violencia, transgrede y mueve el estatus quo social.

Hace un año, cuando la presidenta tomó posesión del cargo, podríamos imaginar que estábamos presenciando el acantilado de cristal, esa alusión que refiere el momento cuando una mujer llega a la cúpula del poder en cualquier ente organizacional en situaciones de crisis. Así, lo que se espera es que cometa los errores suficientes para verla caer y aplicarle un cúmulo de estrepitosos calificativos estereotipados que ratifiquen por qué —desde la mirada heteronormativa y machista— las mujeres no pueden estar en ese tipo de posiciones, y si no comete errores, aun así se descalifica siempre su forma de trabajo y se le ataca constantemente por el hecho de ser mujer.

Sin embargo, en los siguientes meses pudimos observar que la presidenta sorteaba de manera contundente las responsabilidades del puesto y que discursivamente se sujetaba a la bandera de la continuidad del movimiento político que la ampara como jefa de Estado, rompiendo con fuerza el techo de cristal y tratando de ocultar que llegó a la presidencia en un momento crítico, al recibir un país violentado por el crimen organizado y por las promesas incumplidas de su antecesor, además de una serie de escándalos de corrupción de sus afines de partido. Es decir, la herencia maldita habría de ser una constante que ha requerido templanza, visión y, sobre todo, fortaleza para sortear el compromiso asumido.

Y es ahora que se observa que, más bien, podemos decir que su herencia heteronormativa, machista, misógina y perversa la hace ver como si por obra de magia o bastón de mando se convirtiera en esa princesa que recibe una zapatilla de cristal moldeada solo para ella, con la ilusión de convertirse en la protagonista de la historia, siempre dispuesta a enfrentar con tesón, determinación, fuerza, coraje y hasta ingenuidad cualquier obstáculo que le impida alcanzar su sueño. Es decir, aquí aplica la metáfora de la zapatilla de cristal, que refiere a la creación de ocupaciones aparentemente sin prejuicios de género, pero que en realidad van cargadas de una cultura heteronormativa que reproduce estereotipos y con ello refuerza las conductas propias de ser mujer. Y así se observa una presidenta custodiada y cuidada por hombres en posiciones estratégicas como la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de México y los mandos militares, además de la Fiscalía General, el Congreso de la Unión, la dirigencia del partido y, recientemente, el poder judicial.

Con este blindaje, a un año del ejercicio del poder ejecutivo, es temprano para evaluar si en realidad la presidenta rompe la zapatilla de cristal y toma decisiones que la deslinden de su antecesor para así configurar un estilo propio, más allá de ese simbólico y tajante «bastón de mando».

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close