Universidades y violencia hacia la comunidad LGBTTTIQ+

Mtro. Alfonso Tonatiuh Torres Sánchez: Profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Doctorante y Maestro en Estudios Organizacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Licenciado en Administración por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco.

            Las universidades públicas siempre se han pensado como organizaciones que fungen para transformar a la sociedad, a través de la formación de profesionales éticos, críticos, humanistas y científicos. Según Carrera y Meráz (2012) las universidades son instituciones fundamentales para reproducir sociedades y sus culturas, las cuales tienen un doble capital cognitivo y mitológico, en ambos capitales se encuentran las prácticas, saberes, reglas, creencias, prohibiciones y valores.

En el curso de la formación profesional de las y los estudiantes, estos se enfrentan a múltiples cuestiones que impiden su formación, tal es el caso de la violencia que se ejerce en los espacios universitarios debido al género, etnia, posición social y orientación sexual e identidad de género.

Hoy en día, se habla de que los entornos educativos se han heterosexualizado. Al respecto esto es gracias a que los estudiantes rompen con comportamientos distintos a los institucionalizados por el sistema sexo/género, lo cual, según Pichardo y Puche (2019) limita las oportunidades de desarrollo afectivo, expresivo y académico de las y los estudiantes. Pichardo y Puche (2019) destacan que en el ámbito universitario las opciones disponibles para muchas personas queer resultan recortadas, tomando en cuenta que que hay campos formativos que son percibidos como más amigables y seguros que otros, esto supone una limitación para el desarrollo de los itinerarios formativos y profesionales de muchas personas trans y LGBTTTIQ+. Lo que implica que las universidades se construyen a partir de estructuras heterosexuadas que han sido institucionalizadas.

Entender la violencia en los entornos universitarios es necesario comprender los marcos bajo los cuales se manifiesta, en ese sentido Butler (2022) señala que la violencia debe ser comprendida como una posición moral y una crítica del individualismo sobre los lazos sociales que nos constituyen. De este modo hablar de violencia, es hablar de los vínculos sociales necesarios en relación con las formas desiguales en que se articulan los yoes. Por ello dice Butler (2022) debemos ubicar las prácticas violentas dentro del ámbito de las condiciones de vida que destruyen, aunque destaca, las vidas no son valoradas por igual debido al racismo, la xenofobia, la homofobia, la transfobia, la misoginia y el desprecio por los pobres y los desposeídos.

Aun cuando las universidades buscan resolver los problemas de la violencia hacia la población de la diversidad sexual y de género, sucede que, al interior, se juegan intereses individuales y colectivos que no permiten soluciones optimas o satisfactorias para disminuir la violencia, por tanto, se cae en lo que Carrera y Meráz (2012) denominan la cultura de la simulación. Al respecto List y Mattio (2015) afirman que “los universitarios saben que más allá de las normas escritas hay ciertos usos y costumbres que permiten mantener un “orden” que suele prescribirse como inexorable” (p. 23). También Torres, Ramírez y Castillo (2023) señalan que estos usos y costumbres enraizados en las dinámicas de las universidades frente a la violencia operan gracias a una lógica individualista en la que se responsabiliza al propio individuo por los problemas a los que se enfrentan, como es el caso de la violencia.

Luchar contra la violencia hacia la diversidad sexual, es hacer un cambio disruptivo en las instituciones que moldean las relaciones sociales entre los diversos miembros de la comunidad universitaria mediante lo que Lawrence y Suddaby (2006) denominan la disociación de los fundamentos morales dentro de un contexto cultural especifico a través del lenguaje mediante la retórica y la narración con el uso de símbolos para persuadir a otros a cambiar sus actitudes; además de estos dos elementos también se utiliza el diálogo constituido por múltiples actores.

En síntesis, las universidades deben retomar su papel transformador, empezando por modificar las estructuras internas que permiten el ejercicio de la violencia, para entonces, contribuir a la construcción de sociedades mas justas, libres e incluyentes.

Referencias 

Butler, J. (2022). La fuerza de la no violencia. La ética en lo político. México: Paidós.

Carrera, R. M., & Meráz, R. C. (2012). Violencia en las IES La erosión institucional en las universidades públicas. Iztapalapa Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, (72/1), 67-87.

Lawrence, T. B., & Suddaby, R. (2006). 1.6 institutions and institutional work (Vol. 2, pp. 215-254). The Sage handbook of organization studies.

List, M. y Mattio, E. (2015). Gubernamentalidad y violencia de género en el ámbito universitario mexicano. En En: Reyes, M. L. (Ed.). (2015). Violencia de género en la universidad. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 17-36.

Pichardo, G, J. I., y Puche, C. L. (2019). Universidad y diversidad sexogenérica: barreras, innovaciones y retos de futuro. Methaodos. Revista de ciencias sociales, 7(1). 10-26. http://dx.doi.org/10.17502/m.rcs.v7i1.287

Torres, S, A. T., Ramírez, S, M. A., & Castillo, O, D. (2023). La Universidad Autónoma Metropolitana frente al movimiento feminista en contra de la violencia hacia las mujeres. Polémicas Feministas7, 1–19.

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close