
J.Carolina Vera. Magister en Pedagogía Critica/Doctora en Ecología del Desarrollo Humano Universidad Politécnica Territorial de Mérida “Kleber Ramírez”. Docente Universitario. Universidad de Los Andes (ULA) Núcleo Universitario Dr. Rafael Ángel Gallegos Ortiz; correo electrónico:vrycgre@gmail.com
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Desde el inicio de la creación, las sociedades han enfocado sus esfuerzos en consolidar los ideales asociados con el desarrollo multidimensional del individuo a través de la educación. Por ende, la enseñanza surge como una necesidad sentida, impulsando la potenciación de las habilidades cognoscitivas y las competencias sociales, como requerimientos para el cumplimiento de las múltiples actividades, acciones, tareas y trabajos de los individuos.
En este sentido la premisa de la UNESCO (2022) reitera que “la educación es un derecho humano fundamental y bien público mundial con el poder de transformar la vida de las personas, las comunidades, y el planeta para mejóralo a lo largo de las generaciones” (p. 3). Esto indica que, educar es un acto que ha sido sin duda alguna la alternativa ideal que tienen los seres humanos para alcanzar su desarrollo desde punto de vista epistemológico, gnoseológico, ontológico, axiológico, heurísticos y holístico, es por ello que los sistemas educativos y políticos del mundo se esfuerzan por desarrollar las potencialidades de cada ser humano. (Morales, 2021).
A su vez la educación es la base para que las personas consoliden la paz y el desarrollo sostenible en el entorno en el que hacen vida y en las organizaciones sociales donde se desenvuelven, ejerciendo la participación comunitaria activa, creativa e inteligente, así como la comunicación eficaz bidireccional, siendo una estrategias a utilizar para lograr los cambios conductuales necesarios, como un factor del desarrollo social (Lipman, 2001).
Es allí, donde tanto la universidad como el docente juegan un rol significativo, puesto que le otorgan al individuo las herramientas necesarias para la concreción de las metas asociadas con la transformación de la sociedad; lo cual, es el resultado de la interacción influenciada por el acompañamiento en el que transcurre el proceso de formación y aprendizaje, como el continuum que sustentado en la conciencia reflexiva y la autocrítica, posibilita el aprender a ser, conocer, hacer, convivir juntos y con los demás (Delors, 1996).
Por consiguiente, la educación, el aprendizaje y enseñanza en sus paradigmas han sufrido transformaciones en los últimos tiempos, centrándose en modelos educativos que van dirigidos al aprendizaje significativo. En ese sentido, los roles de docentes y estudiantes han girado hacia la co-construcción de conocimiento, donde el docente deja de ser expositor para transformarse en monitor del aprendizaje y, a su vez, los estudiantes dejan de ser espectadores para convertirse en integrantes participativos, propositivos y críticos, cuyo operar epistémico les hace acreedores de su propio conocimiento; condición que define la importancia de la educación para el futuro (Morín, 1999).
Por tanto, la educación como proceso transformador de la condición humana, demanda un aprendizaje fundado en los preceptos de la pedagogía crítica, donde la libertad de pensamiento predomina sobre la pedagogía tradicional. Esto sugiere la formación no solo en conocimientos teóricos sino en la praxis que conduzca a la valoración crítico-reflexiva de la realidad y, a su potencial transformación (Freire 2005).
Desde la experiencia
Para hablar de la experiencia de ser educador, sugiere indudablemente hacer una recopilación de las destrezas adquiridas y de la formación académica desde el punto de vista vivencial, donde como agente transformador de la sociedad, se asume la responsabilidad y el compromiso indeleble con la formación de nuevas generaciones. Para ello, es necesario el autorreconocimiento desde el contexto del desarrollo humano desde lo personal a la práctica profesional, proceso en el que se fusionan acciones y actividades, que amalgaman y complementan la una de la otra.
Desde esta perspectiva, la formación es un proceso a lo largo de la vida, pues como seres humanos estamos insertos en experiencias educativas que comienzan con la misma existencia, como una constante que a lo largo del ciclo vital nos transforma, aportando asertividad.
Con la certeza de que quien deja de aprender pierde la esencia de la vida, premisa que encamina a la obtención de nuevos aprendizajes. En cuanto a esta función el ser humano lleva implícito su rol de enseñar, el cual no puede ni debe dejarse a un lado; ya que todos los días debe haber un fomento en la educación en cada espacio para poder avanzar, se debe de multiplicar los conocimientos de la sociedad para de esta manera lograr avances importantes en materia de educación.
Reflexiones finales
Hacer un análisis retrospectivo y visualizar el futuro de la educación reitera que, es fundamental instar el descubrimiento y accionar autónomo, como condiciones necesarias para potenciar el efecto de una visión integradora; donde el educador debe de tener la entrega necesaria, la mística de trabajo, la convicción de lo que se está haciendo, la vocación y el deseo de enseñar, siendo una constante que debe imperar en el compromiso de la formación de nuevas generaciones, además un docente bien formado es esencial para una educación de calidad, la tecnología puede mejorar relativamente la educación pero no está al acceso de todos. Se debe de Crear los ámbitos adecuados a las necesidades tan cambiantes de la sociedad, impulsando a ser seres humanos más compresivos, comunicativos, tolerantes, éticos y estar dispuesto a asumir cualquier situación. Punteando hacia praxis educativa donde el trabajo ejecutado por los educadores debe apuntalar hacia reimaginar, remodelar y reconstruir la educación pensando en el compromiso con el futuro de las nuevas descendencias.
Bibliografía
Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Ediciones Santillana.
Freire, P. (2005). Pedagogía de la esperanza. México: Siglo Veintiuno Editores.
Lipman, M. (2001). Poner en orden nuestros pensamientos. Madrid: Ediciones de la Torre.
Morales, J. (2021). Un acercamiento multidisciplinar a las dimensiones del desarrollo humano. Revista Conocimiento Educativo, 8 (1), 23-57.
Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.España.
UNESCO (2022). Transformar la educación para el futuro. Disponible:
https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000382765_spa
